Cuentos de hadas


Enigmáticos, cariñosos, dulces, misteriosos, inteligentes, imprevisibles, independientes, fieles, sigilosos...
Estas son las características que pueden atribuirse al ser felino doméstico al que llamamos gato.
Pero ahora que lo pienso mejor, creo que daría casi cualquier cosa por encontrar a su equivalente humano y masculino.
O bien, a un precioso gato que se transformara en un hombre maravilloso sólo con besarle en los morros, como sucedía con la rana de los cuentos de hadas. Un felino que acto seguido se transformara en un apuesto chaval que fuera cariñoso, dulce, inteligente, imprevisible, independiente, enigmático y misterioso. Un hombre que me “engatusara” y conquistara con sus dulces ronroneos y luego desapareciera “misteriosamente” y “sigilosamente”.
Pero podría ocurrir que a diferencia de mis gatos, que siempre regresan a mi casa (que en realidad es la suya) después de sus correrías nocturnas,... quizá no volviera nunca más, pues le faltaría la característica gatuna de la fidelidad (aunque sólo se le atribuye a los cánidos, estos no tienen su monopolio, los felinos pueden ser tan fieles como el que más).
Ahora que medito en ello; ni siquiera hace falta transformar a ningún gato encantado. Chicos como los arriba descritos abundan en la historia vital de cualquier fémina, desgraciada o afortunadamente. Aún sigo buscando a los que permanezcan a mi lado...

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