Fuego


Sobre la mesa de la terraza, cuatro velas encendidas, y cuatro papeles escritos que se queman lentamente en un cuenco. Los cuatro pares de ojos miran ensimismados el fuego, mientras suenan a lo lejos las detonaciones de los cohetes y la luna en cuarto creciente brilla en medio del cielo de Madrid.


En una playa de arena fina, cientos de personas esperan que lleguen las 12 de la noche. A sus espaldas, decenas de pequeñas fogatas arden y consumen madera, cartones, papel, trapos, cualquier clase de material combustible. Los jovenes ya han saltado numerosas veces sobre ellas, para que sus deseos se realicen, para demostrar su habilidad o simplemente por deporte y diversión. A las 12 en punto, cientos de pares de pies se meten en la cálida mar mediterránea. Una, dos, tres veces, se musitan en silencio miles de deseos, unos más realizables que otros. Los cohetes rubrican la ceremonia. Y las ascuas de las hogueras acaban por hipnotizar a una joven en particular, observada por un chico que permanece retirado, al margen de todo el ritual.


Una casa de campo en mitad de la nada, una huerta en mitad de la noche, bajo millones de estrellas. Entre los matorrales y las tomateras y los almendros, pares de ojos luminosos observan a la niña que mira fascinada la pequeña hoguera que acaba de prender con unas pocas cerillas, intentando imitar los fuegos que su propio padre creaba de la nada a partir de matojos secos, papeles y ramas secas. Observa el papel escrito que se va consumiendo lentamente... Observa las llamas que van disminuyendo... Observa las ascuas ardientes aún...


Vuelvo a la realidad, al día de hoy, a esta noche mágica... mi papel y el de mis amigas se ha reducido a cenizas, y una brisa inesperada se las lleva lejos bajo la luz de la luna.


No hay comentarios: